Hay algo que escucho una y otra vez en las conversaciones con las mujeres que acompaño. Mujeres brillantes, creativas, comprometidas, que ofrecen servicios de altísima calidad, que ayudan, que impactan. Mujeres que trabajan mil horas en sus negocios y que, sin embargo, no ven reflejado en dinero todo ese esfuerzo. Viven justas, endeudadas o con la sensación permanente de que nunca alcanza. No hay coherencia entre lo que dan y lo que reciben.
¿Por qué pasa esto? Las razones son muchas. Algunas son emocionales: patrones heredados, decisiones tomadas desde el miedo y la escasez, culpas, creencias antiguas. Otras son estratégicas y financieras: falta de límites, de claridad, de sistemas y de procesos. Pero hay una razón que aparece, casi sin excepción, en todas: en lo más profundo de su ser, sienten que no les corresponde generar grandes sumas de dinero. Y aun aquellas que lo logran, muchas veces se lo sacan de encima rápidamente porque inconscientemente creen que está mal.
Quizás al leer esto piensas: “No, Vale, yo sí creo que me corresponde y quiero generar mucho dinero, me encantaría hacerlo”. Entonces la pregunta es: ¿qué evidencia tienes hoy? ¿Qué resultados muestran tus cuentas, tus ventas, tu negocio? Porque los resultados son el reflejo más claro de nuestras creencias. Si llevas tiempo haciendo de todo y todavía no alcanzas las cifras que dices querer, con todo el amor del mundo te lo digo: en algún nivel no lo crees.
Para cambiar el resultado, hay que cambiar la creencia. Y no basta con sembrar una nueva creencia: también hay que hacerlo en tierra fértil. De nada sirve plantar en tierra podrida. Es como si quisieras sembrar un limonero: si lo pones en buena tierra, con la cantidad justa de luz y agua, crecerá fuerte. Pero si lo siembras en un suelo contaminado o nunca lo riegas, esa planta no prospera. Crece un poquito y al primer viento se quiebra.
Nuestra tierra fértil es nuestro ser financiero: el merecimiento, la abundancia que ya habita en ti, tus emociones y patrones en relación con el dinero. Y claro que regar también es importante: ahí entra lo estratégico y financiero, los procesos, la disciplina, la claridad de números. Pero si riegas en tierra envenenada por creencias heredadas como “el dinero es malo”, “no me corresponde como mujer generarlo” o “me da culpa cobrar lo que vale mi servicio”, el crecimiento nunca se sostiene.
Por eso el primer paso no es solo regar. El primer paso es limpiar tu tierra interna. Arrancar las raíces viejas del miedo y la escasez, y preparar tu ser emocional para recibir la semilla de abundancia. Cuando tu tierra es fértil y además riegas con estrategia y disciplina, entonces sí: la riqueza crece, se sostiene y se expande.
La verdadera libertad llega cuando entiendes que sí te corresponde generar riqueza, no desde la carga, sino desde el protagonismo. Tú eres la protagonista de tu vida y, como tal, te corresponde comprometerte contigo misma a vivir la vida que valoras.
Te invito a preguntarte: ¿de qué maneras todavía estás esperando que otro se haga cargo de tu riqueza? ¿Y cómo cambiaría tu vida si hoy decidieras apropiarte de ese poder generador que ya está en ti?
Porque liderar tu ser financiero es liderar tu vida. Y sí, te corresponde generar la riqueza que sueñas, con libertad, seguridad e impacto en tu comunidad.
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“Si desarrollar tu Inteligencia Emocional Financiera te es coherente, ¡VALE!”