Una investigación periodística mostró que durante su primer mandato, el presidente Donald Trump pidió a la CIA hacer un ciberataque secreto. Este ataque fue contra el sistema de inteligencia de Nicolás Maduro. La operación fue “un éxito rotundo”, según cuatro fuentes de CNN. Inutilizó los sistemas informáticos del servicio secreto venezolano. Esto fue parte de los esfuerzos de Washington para presionar al régimen chavista. Así, se evitó una intervención militar directa.
Un ataque orquestado desde la Casa Blanca
El reporte señala que la operación de la CIA respondía al deseo del presidente Trump de aplicar medidas más contundentes contra el Gobierno venezolano. En ese momento, el presidente pedía a sus asesores opciones para sacar a Maduro. Sin embargo, el Departamento de Defensa y la agencia de inteligencia se negaban a pensar en una acción abierta. No querían involucrar tropas o personal encubierto en el terreno.
Fuentes cercanas a la operación dijeron que la directora de la CIA, Gina Haspel, eligió un plan diferente. Este plan se basaba en ataques cibernéticos. Estos ataques afectarían directamente la capacidad del régimen para operar. La funcionaria habría recordado los errores de la agencia durante la Guerra Fría, al advertir que cualquier acción de cambio de gobierno debía evitar una intervención visible.
El ciberataque fue parte de la política de “máxima presión” de la administración de Trump. Esta política combinaba sanciones económicas, aislamiento diplomático y acciones secretas. Oficiales del Cibercomando de Estados Unidos también interrumpieron las comunicaciones del grupo Wagner, grupo paramilitar ruso con presencia en Venezuela, según el informe.
Un golpe silencioso al régimen chavista
El ataque informático se hizo de forma remota. Deshabilitó los sistemas del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin). Este servicio es responsable de las operaciones internas de Maduro. Las fuentes citadas dijeron que el golpe fue “quirúrgico”. Su objetivo era evitar que el Sebin identificara filtraciones internas. También buscaba impedir que interceptara información sobre funcionarios venezolanos que trabajaban con agentes estadounidenses.
En ese mismo periodo, el Gobierno de Trump estudiaba otras posibles acciones encubiertas, entre ellas sabotajes a infraestructuras estratégicas, como una represa hidroeléctrica. Aunque estas operaciones nunca se llevaron a cabo, analistas señalan que la administración buscaba minar la estabilidad institucional de Caracas sin provocar una respuesta directa.
«La idea era debilitar el poder de Maduro desde adentro y sin dejar rastro», dijo un exfuncionario del Consejo de Seguridad Nacional en el informe.
De la presión diplomática al poder militar
El exembajador Jimmy Story, quien dirigió la misión estadounidense para Venezuela entre 2018 y 2023, afirmó que la política exterior del presidente Trump hacia Caracas ha evolucionado de manera más agresiva. “Durante el primer mandato se hablaba de que todas las opciones estaban sobre la mesa. Hoy, muchas de esas opciones parecen estar a la vuelta de la esquina”, sostuvo el diplomático.
Actualmente, Estados Unidos mantiene más de 10.000 efectivos desplegados en el Caribe y el Pacífico, acompañados de ejercicios conjuntos cerca de las costas venezolanas. Aunque el Pentágono insiste en que estos movimientos forman parte de su operación antidrogas, exfuncionarios consultados advierten que el despliegue militar podría ser una fase previa a un plan de desestabilización regional.
“El tamaño y la frecuencia de las maniobras no corresponden a un operativo antidrogas estándar”, opinó un exanalista de la CIA. “Claramente, hay un mensaje político dirigido a Caracas y a sus aliados en La Habana y Moscú.”
Washington y su estrategia hemisférica
El intento de debilitamiento del Gobierno venezolano se da en un escenario político complejo. Tras el fracaso del proyecto que buscaba instalar al opositor Juan Guaidó como presidente interino en 2019, Estados Unidos ha modificado su estrategia. Aunque más de 50 países respaldaron a Guaidó inicialmente, la falta de apoyo militar interno y una fallida operación de levantamiento consolidaron a Maduro en el poder.
“Ni la oposición tenía un plan sólido, ni nosotros teníamos una estrategia viable más allá de la presión diplomática”, reconoció a CNN un exfuncionario de la Casa Blanca.
En consecuencia, la política actual de Washington se enfoca en restringir el acceso del régimen a recursos energéticos, interceptar operaciones financieras vinculadas a PDVSA y aumentar la vigilancia sobre los canales de suministro del Estado venezolano.
Pese a que el discurso oficial continúa centrado en la lucha contra el narcotráfico, expertos internacionales subrayan que Venezuela no constituye un corredor significativo de drogas hacia Estados Unidos. No obstante, los operativos marítimos y aéreos recientes, junto con el uso de armas letales contra embarcaciones sospechosas, sugieren que la prioridad real podría ser la presión política más que la seguridad fronteriza.
Riesgos de un nuevo escenario de tensión
La revelación del ciberataque refuerza la percepción de que la relación entre Washington y Caracas atraviesa su momento más tenso desde 2019. La presencia de fuerzas estadounidenses en la región y las declaraciones del presidente Trump sobre “restaurar la democracia en América Latina” aumentan las preocupaciones sobre una posible escalada.
Aunque el Gobierno estadounidense no ha confirmado ni desmentido la información del ciberataque, expertos en seguridad cibernética consideran que este tipo de operaciones híbridas se han convertido en una herramienta habitual de la política exterior de Estados Unidos frente a gobiernos adversarios como Irán, Corea del Norte y Venezuela.
En este nuevo capítulo de rivalidad geopolítica, tanto los movimientos militares como las acciones encubiertas apuntan a consolidar la postura de la administración Trump: mantener bajo control la influencia de Maduro en la región sin un enfrentamiento militar directo.
