La península de Crimea, un enclave estratégico en el mar Negro, se ha convertido en un punto central en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha causado 180,000 muertes desde 2022, según la ONU. Anexada por Rusia en 2014 tras un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional, Crimea es vista como una condición clave para cualquier acuerdo de paz. El presidente Donald Trump, en un mensaje en Truth Social el 17 de agosto de 2025, instó al presidente ucraniano Volodímir Zelenski a renunciar a recuperar la península y a la membresía en la OTAN para poner fin a la guerra “casi de inmediato”. Esta postura, que generó críticas en Kyiv, resalta la relevancia geopolítica de Crimea.
Un enclave de valor estratégico
Con 26,000 kilómetros cuadrados, Crimea ofrece acceso al mar Negro, crucial para el control marítimo hacia los Balcanes y Oriente Próximo. Su puerto de Sebastopol, base de la flota rusa del mar Negro, es vital para las operaciones navales de Moscú. Históricamente disputada, la península fue parte de Rusia desde 1654 hasta 1954, cuando la Unión Soviética la transfirió a Ucrania. Tras la independencia ucraniana en 1991, Crimea se convirtió en una república autónoma con Simferopol como capital. En 1997, Rusia y Ucrania firmaron el Tratado de Amistad, permitiendo a Rusia usar Sebastopol hasta 2042 a cambio de respetar la integridad territorial ucraniana, un acuerdo que Putin revocó tras la anexión de 2014.
Por lo tanto, Crimea es más que un territorio: es un símbolo de poder. Rusia ha invertido $3,700 millones en infraestructura, como el puente de Crimea de 19 kilómetros, que conecta la península con el continente y es un objetivo estratégico para Ucrania. Desde 2022, Ucrania ha atacado el puente en tres ocasiones, la más reciente en julio de 2025, dañando su estructura, según el Ministerio de Defensa ruso.
La anexión de 2014 y sus consecuencias
El punto de inflexión llegó en 2014 tras la destitución del presidente ucraniano Viktor Yanukovich, derrocado por protestas masivas en Kyiv. Rusia aprovechó la inestabilidad para respaldar un referéndum en Crimea el 16 de marzo, donde el 96% votó por la adhesión a Rusia, según cifras oficiales, aunque la ONU, la UE, la OTAN y EE.UU. lo calificaron de “ilegal”. La anexión desató sanciones contra funcionarios rusos y ucranianos prorrusos, con un impacto económico de $150 mil millones en Rusia hasta 2025, según el Banco Mundial. En diciembre de 2021, la tensión escaló con 90,000 soldados rusos en la frontera, preludio de la invasión de 2022.
En consecuencia, Crimea se ha convertido en un epicentro militar. Rusia ha reforzado su presencia con 30,000 tropas y sistemas de defensa antiaérea, mientras Ucrania, con apoyo de drones y misiles occidentales, ha atacado objetivos estratégicos. En octubre de 2022, una explosión dañó el puente de Crimea, un símbolo de la ingeniería de Putin, atribuyendo el ataque a Kyiv.
La propuesta de Trump y la respuesta ucraniana
Trump, tras reunirse con Vladímir Putin en Alaska el viernes, reiteró el domingo que Ucrania debe ceder Crimea y renunciar a la OTAN para lograr la paz. “Recuerden cómo empezó: Crimea fue dada por Obama sin un disparo”, escribió, refiriéndose erróneamente a la anexión de 2014 bajo su predecesor. Zelenski, quien se reúne con Trump y líderes europeos en la Casa Blanca el 18 de agosto, rechazó la propuesta en Telegram, afirmando que ceder territorio es “inaceptable”. Un sondeo del Instituto Internacional de Sociología de Kyiv indica que el 87% de los ucranianos se opone a renunciar a Crimea.
Pese a todo, la cumbre en Washington, con líderes como Ursula von der Leyen y Mark Rutte, busca garantías de seguridad para Ucrania sin comprometer su soberanía. La OTAN, que en 2024 reafirmó el “camino irreversible” de Ucrania hacia la alianza, considera la membresía un punto no negociable. Mientras, Rusia exige neutralidad ucraniana y el reconocimiento de Crimea como suya, según el viceministro Sergey Ryabkov. Los aliados europeos, que han proporcionado $120 mil millones en ayuda a Ucrania, enfrentan el desafío de equilibrar la diplomacia con el apoyo militar.
Impacto en el conflicto y la región
La guerra ha devastado Ucrania, con 11 millones de desplazados y un costo económico de $500 mil millones, según el Banco Mundial. Crimea, fortificada por Rusia, sigue siendo un objetivo militar clave, con Ucrania lanzando 15 ataques con drones en 2025, según el Ministerio de Defensa ruso. La península también enfrenta sanciones que han reducido su PIB en un 20% desde 2014. Mientras los líderes mundiales negocian, la postura de Trump pone a prueba la unidad occidental y la determinación de Ucrania de recuperar su territorio.
